La retirada
A Manera de conclusión.
Indagar sobre la murga en el campo de la formación, nos permitió recorrer las distintas maneras de enseñar, aprender y sencillamente hacer murga con niños, niñas, adolescentes y jóvenes partiendo de una intención, juntando ganas y proponerlo como una posibilidad.
La familiaridad con los instrumentos de percusión, la cercanía con la murga del barrio, verla ensayar, ser espectadores del corso de carnaval de la avenida de ahí nomás, el hecho que cualquiera puede hacer algo y sentirse parte sin virtuosismo aparente, hacen de la murga una experiencia imposible de no ser probada.
En el camino de estos registros, paralelamente a rescatar las “ventajas” que ofrece esta actividad artística para los distintos espacios de formación e inclusión social, emergieron también costados más oscuros que son insoslayables. Aparecieron las cuestiones educativas que dejan a la vista los problemas y las dificultades que superan la intención de encarar iniciativas no convencionales y también exponen “incapacidades” de muchos adultos/docentes para ponerse al frente de un grupo de alumnos que están en las aulas para aprender.
Los por qué
Muchas son las excusas reales o forzadas para dejar pasar la oportunidad de experimentar con la murga en la educación. Algunos de esos motivos surgían con cada entrevistado/a, claro que para ellos eran los obstáculos a salvar pero no para abandonar. Pero no cuesta nada imaginar que es más fácil, como toda propuesta innovadora, buscar o inventar la negativa de hacer o dejar hacer una tarea que obliga a pensar y organizar el trabajo desde otro orden y manera de recorrer contenidos y saberes. Al mismo tiempo, también hay muchas razones y muestras comprobadas del resultado exitoso de esas actividades con murga.
Por un lado presentamos, bien en el inicio del libro, la mirada de Clarisa Álvarez que nos trajo su experiencia de años en la función pública, en el Ministerio de Educación de la Ciudad, en el área de Diseño Curricular y como profesora Adjunta de la Cátedra de Didáctica Especial de Artes en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Su aporte nos ayuda a desmitificar las trabas burocráticas, o supuestos impedimentos técnico pedagógicos, ofreciendo muy concretamente lo que las reglamentaciones oficiales promueven y las pistas a seguir para fundamentar las experiencias de murga que se quieran desarrollar en las escuelas.
Por el otro lado, desde la práctica concreta, cada testimonio muestra qué sucede, cómo se hizo y por qué vale hacer un proyecto de murga. Como el caso de la ex-directora de la escuela Fragata ARA Libertad, Lidia Gennari, que puso un proyecto en marcha, la experiencia se fue haciendo sin miedo al error, con algunas aproximaciones al mundo murga pero desde lo que se necesitaba, lo que surgía como posible y especialmente útil para darle sentido en las aulas. De una experiencia de un mes se hace un año y luego supera el encuadre curricular y se hace actividad extracurricular hasta convertirse en un producto identitario de esa institución. Un saber que los niños y niñas exploran y desarrollan en el transcurrir de su primaria pasando por alguna de las posibilidades de ser parte de esta creación cultural colectiva.
Cambios de autoridades y docentes, y el desanclaje en el sentido educativo, pueden convertir un proyecto institucional como este y otros que conocimos, en un recuerdo. O peor, caer en el olvido por la escasa sistematización de las prácticas educativas de cada institución. O en el mejor de los casos, en una actividad de gestión independiente de algunos pocos maestros, y/o padres como sostén que acompañe a los pibes y pibas que están ahí, siempre al toque.
Quizás a manera de recomendación, o mejor, comentario, frente a la intención de llevar la murga (o cualquier otra iniciativa que no se la reconozca como propia) al ámbito educativo, es importante tomar distancia de análisis y poder elegir qué iniciativa conviene y cuál no conviene impulsar desde la escuela. Muy básicamente podemos hablar de las modas que se presentan como de obligada aceptación y rápida incorporación a lo clásico. Emergentes externos, la modernización, y hasta supuestas necesidades marketineras para competir con las otras ofertas del barrio, que entran en la escuela sin preguntar por qué ni para qué, cuál es el sentido/valor educativo. Hacer radio, una revista, carteleras, cine, redes sociales, TICs en sus multi posibilidades, son algunos de los ejemplos de actividades interesantes en un inicio pero vacías o rutinizadas si no se sostienen en un proyecto de escuela. Copiar e insertar algo que a priori es valioso para los niños y niñas no parece ser un buen camino. Pero todos guardan la potencia de lo creador si en el ámbito educativo son revisados y pensados para enseñar. Entonces lo que no va a mejorar y/o motivar de manera renovada y atractiva, la tarea educativa, es aconsejable no hacerlo. Mejor continuar, profundizando sobre lo que sabemos ya funciona y mueve a los alumnos.
No es aquí donde vamos a profundizar, analizar y buscar líneas que justifiquen o que iluminen la solución de los problemas de la educación hoy. Pero no podemos dejar de resaltar algunas pistas a tener en cuenta que surgen a la hora de buscar las ventajas y dificultades que se dan frente a encarar propuestas, como las que este libro registró, en el terreno de la formación. Así, entonces, se hace imperioso diferenciar cuáles pueden ser los problemas para enseñar, organizar y contener una experiencia como la murga y cuales son intrínsecos de la tarea docente en las aulas.
Hablando de la murga con cada entrevistado, sobre la práctica, de cada caso, de sus pasos por este semillero, sin ninguna intención de intelectualizar la conversación, entrábamos y salíamos permanentemente por cuestiones sociales cotidianas, bien concretas como de una agenda política imposible de desatender, conectadas con nuestra historia, atracción al recupero de la memoria y encuentro con la identidad. Materia y situaciones que “naturalmente” irrumpían para ser cantadas, contadas desde la música, el arte y todo instrumento de la cultura popular. Y en esa sobremesa extendida finalmente siempre hablábamos de educación, de la formación nuestra y de nuestros pibes y pibas.
Conocemos, hemos visto, nos han contado experiencias
Pero a la hora de indagar, querer conocer acerca de los procesos de formación a través de la murga, resulta muy difícil contar con respuestas formales, sistematizaciones que dieran cuenta de lo realizado y lo que sucedió al hacerlo. Especialmente en escuelas donde se tenía referencias de lo realizado, como si no hubiese ocurrido. El cambio permanente de maestros, directivos y supervisores hace natural que lo que se hizo en una gestión anterior, o que llevó adelante un individuo en esa escuela, no cuente ni con memoria ni registro alguno de esa acción institucional.
Así se observa que una tarea pendiente para aquellos que desarrollan esta tarea de formar en torno a la murga, es precisamente no perder la memoria de lo que se va haciendo, sistematizar, al menos guardar una bitácora del recorrido, junto a las canciones creadas, músicas, diseños y sensaciones de lo que esto provocó. Archivo murguero, pero al mismo tiempo, material de trabajo inmediato para cruzar con otras disciplinas y contar con estos insumos para pensar, entender y articular sobre (casi) cualquier tema que se trate en las aulas.
En el texto de presentación decíamos: “Lo que viene es el encuentro de experiencias en torno al hacer murga en el terreno de la formación y su expansión desde lo individual a lo comunitario. Por ahora, en la lectura y discusión de este libro, después vemos”. Al cerrar este libro, quizás podamos intentar el encuentro de estas experiencias, buscando, invitando, visitando a los otros que probaron, que ahí van formando murgas y formando con la murga. Como es propio de este género el dialogo, la comunicación se da “saliendo”, mostrando y cantando lo que se cosechó en canción y se hace murga, con sus colores y pertenencias. Aquí se van las palabras, se retira el semillero murguero, pero sabemos bien que vuelve en cada ocasión que se busque y suene el silbato o lo marque la seña. Ahí nos vemos, en el territorio que se pueda, nos cruzaremos al toque del bombo con platillo, haciendo murga como sea.
Carlos Iglesias
«Semillero murguero: Formar con la murga para la Inclusión» Rumbo Sur, 2017.