La mirada del otro
RELATOS / Situación de Calle
Alfredo Moffatt
conversaciones con Pablo Rey y Carlos Iglesias
En el ’84 fui Director del Hogar Félix Lora, un depósito de indigentes en vía pública. En dos años yo lo convertí en una comunidad de rehabilitación. Venía de trabajar en el Borda, en la Peña Carlos Gardel. Esa época era tranquila comparándola con la de ahora. Existía el “croto”, históricamente el viejo linyera, peones golondrina que viajaban gratis en los trenes de carga con la ley de Crotto. De ahí le quedó “croto”. Eran peones rurales que tenían códigos muy estrictos y toda una cultura, a veces, de base anarquista. Todo eso se fue perdiendo porque la ciudad es muy brutal y fueron quedando en la calle. Especialmente, lo más doloroso para mí son los chicos. Chicos que quedan como animalitos refugiándose en una selva de cemento donde son negados. Una vez me dijo uno: “nosotros nos aguantamos el frío porque vamos cerca del subte, nos aguantamos el hambre porque siempre hay un cacho de pizza lo que no aguantamos es que nos miren como basura y que nos ninguneen”. Cuando yo era chico, si había un chico en la calle salían diez madres y le daban café con leche. Ahora son ninguneados.
Nosotros trabajamos con nuestra consigna en todos lados (la Peña, Cooperanza, La Colifata o El Bancadero): sin plata y sin permiso, entre todos y como se pueda, trabajando con autogestión. Eso se mantiene. En el Félix Lora cuando llegué no había ningún tipo de rehabilitación ni de comunidad, entonces empecé a trabajar haciendo asambleas comunitarias todos los viernes. Ahí cada uno hablaba y decía lo que podíamos hacer. Lo primero fueron cosas muy concretas: la guerra a los piojos, por ejemplo. Después tuvimos que conseguir artefactos para calentar. Luego, el silencio nocturno. Es decir, había reglas de comunidad y había un director (que era yo).
Para trabajar en una comunidad o una tribu de muchachos de calle tiene que haber un poronga, alguien que ellos respeten y que, además, esté probado que no va a traicionar. ¿De dónde vienen, a dónde van? Hacemos un proyecto entre todos y yo hago que no se traicione. El líder hace eso, no propone un lugar a dónde ir, sino que la gente lo propone y el líder hace que se pueda llegar.
Situación de Crisis: Lo inesperado de la nueva situación que se le exige vivir es más importante que el nivel de traumatismo sufrido por alguien (paciente). Esa situación que sentirá como “irreal” y experimentará fuera de lo que está sucediendo. Diríamos que solo es real lo que se espera, lo que fue concebible antes como posibilidad en la fantasía de futuro. Por eso se dice que “esto” o “lo otro” no estaba previsto, esto es, no estaba visto de antemano. Cuando las circunstancias nos colocan dentro de un personaje que nunca habíamos anticipado, el de huérfano, viudo, adulto, exiliado o “persona en situación de calle”, puede sobrevenir el desconcierto y la crisis.
Cuando una persona pierde el trabajo, si no lo recupera en poco tiempo se ve privada también de la vivienda (porque no puede pagar el alquiler o porque en la pensión han dejado de fiarle). Entonces queda en la calle. Camina todo el día, se le rompen los zapatos, se le arruina la ropa al tener que dormir en cualquier lugar y no tiene dónde higienizarse. Ese hombre —prevalece en cantidad sobre las mujeres, aunque estas aumentan día a día— es una víctima del “brote de la pobreza”. Ya en ese momento también es un marginado social y tiene tres grandes enemigos: el hambre, el frío y la angustia.
Con esa apariencia nadie les da trabajo, porque tienen aspecto de mendigo. Es un punto de no retorno, como el de la psicosis, cuando se estructura un delirio y queda “del otro lado”, con un lenguaje hermético que precisara incorporar un interlocutor para generar códigos para el dialogo.
En este recorrido a través de casi cincuenta años de trabajo con pobres, si me proponen ser director o asesorar a lo estatal enseguida voy, pero iría más calmo. Antes era como un personaje heroico. De joven sí, pero de viejo ya no. Sostendría los hogares, los paradores y trataría de mejorarlos pero sin cuestionar mucho el sistema; con el diseño de un plan que contenga al que está en la calle, creando cooperativas de trabajo donde hagan cosas (mueblería, por ejemplo, hay muchos oficios). Una cooperativa para laburar.
Estamos condenados a caminar entre la incertidumbre y la pérdida, pero la cultura construyó sistemas de sostén para ese salto que permiten armar proyectos y hacer, así, una vida con sentimiento de realización. La vida es como un viaje en la niebla: solo vemos “ahí no más” y para poder avanzar debemos alucinar un camino. A este camino lo inventamos con partes del recorrido, suponiendo que hay curvas y escalones que se repiten. De todos modos, ese futuro (el proyecto) es siempre una plataforma que avanza en ese vacío de información que tenemos siempre adelante.
Para citar:
La mirada del otro, Alfredo Moffatt, conversaciones realizadas por Pablo Rey y Carlos Iglesias
Rumbo Sur, Buenos Aires 2012