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La murga en la escuela y en nosotros


Acompañé a mí nieta y me quedé tocando.

Fuimos por primera vez, a acompañar a Pilar mi nieta a un taller de murga en su escuela. Fui sin saber nada, con un cuadro en blanco. Y cuando estaba ahí empecé a sorprenderme.Del disfrute y el entusiasmo de los chicos, y a su vez la seriedad que ponían, un esmero en que las cosas salgan y que el movimiento sea así. Y el cansancio no aparecía.

El fondo que moviliza a la danza, a los movimientos, verlo era como un movimiento corporal que lo está provocando la percusión que esta ahí, si quisieran hacer eso en silencio no podrían, es como querer comer sin hambre. La percusión movía eso, se me viene, quizás como pensamiento antojadizo, que eso era como las actitudes ancestrales, de los primeros pueblos, en cuanto a que en nacimiento de la música se hacía con golpes de palosy piedras, y los movimientos con lo que surgiera de eso algo así. Como si estuviera emergiendo algo en el desarrollo de la murga dando lugar a actitudes ancestrales.

Yo la acompañé y me quedé, asombrado por mirar a los chicos de primer grado, con sus seis años y ver la actitud que tomaban ante eso, que para ellos era nuevo. Para uno hablar de murga es hablar de algo que ya tiene sus décadas, el conocimiento de la murga en la calle cuando uno era chico, pero ahí ver a los chicos que no tienen ninguna historia referida a la murga y ver de pronto que están en la murga y con todo lo que eso les provoca y les resulta propio.

Pasaban tantas horas cada sábado, cómo atendían a la maestra Claudia, aprendiendo el paso, o en la percusión como seguir a quien enseñaba o dirigía que primero estaba un maestro Luciano, y después padres, Gabi, Carlos y otros, pero los seguían, atendían, se esmeraban.

Y me llamó, a mi como los llamó a los chicos. Me enganchó la percusión, que era un tronco total, debo ser aún, yo escuchaba: “ta, ta, ta tatá…” y algo golpeó adentro también.

Que pasa que para esto “ta, ta, ta tatá…” tardé un montón de tiempo, para saber hacerlo. Para animarme a hacerlo casi como que esperaba autorización de afuera, es que yo los veía cuando salió la murga a la calle y sentía cómo sonaba la combinación de tambores y yo quería. Desde esa experiencia de intentar y tocar percusión ahí en la murga de la escuela, pasé y ya hace cuatro años, al taller de percusión del parque Avellaneda (que dirige Luciano, el que estaba en la murga) desde ahí desde eso que probé y me llevó tanto aprender que es uno de los toques que bailan en la murga, me movió a hacer el taller que ahora para mí es infaltable.

Yo estoy cercano a los setenta, para mí la música siempre fue una inquietud, esa cosa que está durante años y uno miró para el costado, y que si yo me dedico a esto, lo otro es excluyente y no puedo hacer las dos cosas, pero que estuvo siempre latiendo. Yo miraba partituras y pensaba esto está expresando un montón enorme de cosas, y no puede ser que yo no me de cuenta que significa cada una de esas bolitas negras con palitos, esas líneas y esos simbolitos que aparecen, no puede ser que no pueda saber que esta expresando eso.

Alguna vez había empezado a probar con el piano, cuando me encontré una vez en la puerta de una academia o escuela de piano y toqué el timbre, tenía que intentar tocar, resolver, como aquel titulo de película “La asignatura pendiente” y estudié para eso sencillamente para saber dónde poner los dedos para que suene lo que está en el pentagrama, si salía bien o no, era otra cosa. Pero llevar a mi nieta a la murga de su escuela me llevó a tocar a mí, ahí nomás hacer percusión y formar parte de un grupo de percusión.

Tengo grabado esa experiencia de los chicos haciendo murga, cómo se liberan, cuando están con los instrumentos, cómo aprendían de lo que marcaba el director, se esmeraban, disfrutaban. Ver por ejemplo a dos hermanas cada una elegía qué hacer. La que hacia percusión tenía claro que eso era lo que quería, y si a la que hacía danza le decían que haga percusión no iba. Ver lo que ellos expresaban y desarrollaban para sacar lo mejor me lleno de entusiasmo y me contagió.

Rubén, abuelo de Pilar de Cuarto grado A

Impresiones

El corazón suena como la murga.
Clarita (Futura murguista)

Fui parte de la murga Fragatera, es la de mi escuela. Yo el primer año arranqué con baile, pero ya al siguiente me fui a percusión. Recuerdo esas alegres y murgueras mañanas de sábado de ensayo, poder estar o hablar con gente que a veces ni te cruzabas. La murga es muy importante tanto para la escuela como para los chicos, ya que pueden expresarse libremente y corporalmente. Por esos motivos podrán cambiar los murgeros, pero la murga Fragatera, siempre va a estar.
Franco  (Séptimo grado B)

Yo empecé en la murga cuando estaba en primer grado, como estaba de maestra Claudia que era la que organizaba el baile, estábamos todos en baile, bailando la murga. Pero después en segundo cada uno pudo elegir y yo elegí percusión y de ahí hasta sexto que en la mitad de año se dejó la murga, siempre estuve ahí, creciendo. Cada año era como que iba avanzando y pasando de un coso a otro y al final termine con el bombo murguero que es como que ¡¡uy, ya pude llegar!!
Ana (Séptimo grado A)

La murga en la escuela me parece genial, porque creo que es una forma de expresarse mediante el baile y la percusión. A los alumnos les gusta porque a la hora de bailar y tocar siempre están con una sonrisa plasmada en el rostro. Yo no bailé en la murga ni toqué percusión, pero participé en otras actividades relacionadas con el tema, como maquillaje, cabezudos, etc. En esos talleres aprendí mucho y me di cuenta de que una murga en la escuela es un tiempo extra de aprendizaje mientras te divertís.
Leandro (Egresado 2016)

La murga está muy bien, porque los chicos se pueden distraer y divertirse. También pueden aprender cosas y enseñar a otros que no saben. Aparte, la murga enseña a no tener vergüenza de hacer las cosas que quieren hacer y por la vergüenza no las hacen.
Jerónimo (Egresado 2016)

La murga para mí es una experiencia muy linda en mi etapa en la escuela primaria. Yo tocaba el bombo y bailaba cuando era pequeño.
Jonathan (Egresado 2016)

A mí me gusta la murga, nunca participé, no hacer ni bailar, ni percusión, ni el coro, ni nada de eso pero me gusta ver.
Selene (Quinto grado B)

Cuando bailo en la murga expreso mis sentimientos y eso me relaja. Me gusta hacerlo en la escuela.
Eva (Quinto grado A)

Me gusta decorar los trajes y que nos pinten. Me gusta bailar porque es un momento donde estamos todos y nos divertimos entre amigos y compañeros. La murga es un momento único. Hacer murga en la escuela los sábados me gusta más que los días de semana”.
Pilar (Quinto grado B) 

Yo bailo en la murga, me gusta mucho bailar y juntarme con mis amigos a bailar. Y me gusta saber bailar murga, me gustan todos los pasos de la murga. Es muy divertido bailar en la escuela.
Jacinta (Quinto grado A)

Yo empecé la murga más que nada porque desde chiquitita cuando miraba las murgas me gustaban, entonces cuando escuché que en la escuela había murga yo directamente fui. Al principio bailábamos, pero, al mismo tiempo que bailábamos cantábamos. Teníamos una señorita que se llamaba Claudia y ella nos enseñaba los pasos. Lo que me gustaba de la murga era moverme. A mí me gustaba que, en vez de mirar las cosas, hacer las cosas y por eso quería estar en una murga, no verla. Pasó que un día me lastimé la pierna y no podía bailar y me dijeron probá tocar y me pareció más divertido y el próximo año me anoté para tocar.
Viole (Cuarto grado A)

“La primera vez que hice murga fue en la fragata mi escuela, a los seis años, yo empecé en 1er grado bailando.  Hasta que en un momento en 2º grado, cambié a tocar la música, empecé con un tachito de pintura, después seguí con un redoblante, hasta después llegar al bombo murguero. Yo aprendí esto de escuchar, hasta que me di cuenta cómo era el ritmo, y en ese momento me dieron ganas de tocar y toqué y me salía bien, me fueron pasando de nivel. Yo ahora estoy en el bombo murguero. De la Murga me gusta tocar, es muy divertido para mí, estar en una murga me pone contento.
Manu (Cuarto grado A)

Nuestra Experiencia familiar con la murga de la escuela

La cosa empieza más o menos así: hay una historia que se cuenta hace algunos años, y de tradición de boca en boca, que dice que en el Barrio de Parque Avellaneda hay una escuela que pareciera que no tiene puertas, una escuela donde los/as niños/as, los docentes y las familias se encuentran y hacen peñas. En esa escuela muchas veces se escuchaban ritmos únicos producidos por tachos de pintura de todos los tamaños, algún que otro bombo con platillo y redoblantes marcando marcha. Maestras/os involucradas/os facilitando(se) el movimiento (del cuerpo, de la voz, de las ideas), el aula parecía que a veces tomaba forma de calle, de parque. Los días de fiesta, los niños y las niñas lucían una especie de chalecos blancos y otros celestes, hechos de retazos de raso, piscas de amor cosidos y pegados, también venían decorados con brillo de lentejuelas que dibujaban nombres y estampaban un barco Fragata en su espalda. Se los veía bailando en filas, desplazando manos y brazos, patadas y sonrisas.

Uno de esos días llegamos con Simón al espacio de la murga de los sábados, al que nos sentimos/vimos convocados como familia a partir de la historia que fuimos imaginando de ese boca en boca que nos iban contando durante los años de jardín, en parte también porque en las charlas que teníamos en casa, “murga” fue para nosotros/as, como familia durante primer y segundo grado, un eje educativo que formaba parte del hacer cotidiano en la escuela: preparar canciones para alguna efeméride; “murga” como elemento de discusión- confluencia de ideas entre compañeros/as de diferentes grados, de lo que se “es” bailando y tocando los tachos, buscando fluir en un ritmo que late como su imaginación ; “murga” como crear y recrear una forma de habitar la escuela y habitarse, sentirse parte de algo mayor. Murga, fundamentalmente como el poder correrse del banco – ¿y por qué no animarse a decir de un tipo de educación bancaria? Entrar en contacto con el movimiento físico y convocarlo para traer ideas a partir de su experiencia en la murga del barrio fue para Simón un alivio a la difícil tarea de tener que esperar a que suene el timbre del recreo para poder moverse un rato.

Por diversas cuestiones de coyuntura tuvimos que dejar (apenados) el espacio de los sábados, y hoy en día rumbeamos a otro barrio (en el que vivimos ahora) para empezar a habitar una nueva escuela, y quién dice también podamos un día en alguna ronda, habilitar el relato de aquella escuela de un barrio que tenía las puertas abiertas, al que se iba los sábados a murguear, a comer pancho, a hacer nuevos amigos en el que la murga movía y unía ideas y personas.

Valeria, mamá de Simón

Al alcance de todos

Lo poco que compartí con la murga, ver a los chicos en la escuela o en los distintos lugares donde iba, me parece que es una expresión cultural que junta a varios lenguajes artísticos. El hecho de que se pueda mezclar la danza con el canto le sirve a ciertos sectores para hablar de sus realidades. Es inclusiva porque de alguna manera es bien de los sectores populares y humildes. Es un medio artístico también de sociabilización, el hecho que los convocan de distintos lugares, van en micros, pasan horas en comunidad y con otros y, también, que abarca a todas las edades e incluye a toda la familia desde los chiquititos a los papás, los abuelos, los tíos, como un gran acompañamiento. Y es una expresión callejera, bien al alcance de todos, pueden participar todos los sectores.

Irene, mamá de More y Santi

Hablando de la murga en la escuela

Y la mano viene de sensaciones, nada menos, y con los pibes y en la escuela como para subir la vara. Lo charlé con Niqui primero (quien participó de la murga escolar) y luego con Inés (mamá), quienes junto a mí vivieron esta experiencia, y la primera sensación que aparece es la de alegría como vehículo movilizador.
Niqui me dice que valora aprender e integrar ese colectivo musical, porque lo acercó a la percusión “ y mas con mis amigos” y la música como combustible esencial para avivar la llama. Con Inés coincidimos en el aspecto integrador de esta actividad que mezcla a los pibes de distintos mundos y edades en un hogar común que los cobija, los contiene y les brinda herramientas: la escuela.
Y a mí, el plus de que todo eso es que se extienda en lazos que devienen en hermandades que refuerzan y acompañan la búsqueda de identidad y tierra firme donde pensar. Entonces la sensación es plural: placer, alegría, utopía que se toca, lucha que no se detiene. Podría agregar algo más ? tal vez , pero rondaría esta fogata que planteo.

Espero que le sume a ese proyecto (de libro) una brasita que lo mantenga y además le dé calor y porque no también lo ilumine.

¡Salú por esta nueva linterna ! ¡Que ilumine todas las escuelas!

Ariel, papá de Niquén de Cuarto grado A


Conversaciones de “Semillero murguero: formar con murga para la inclusión” / Carlos Iglesias –  Rumbo Sur, 2017.