“Si no tenés fuerza de voluntad, no salís adelante”
RELATOS / Economía Social
«Si no tenés fuerza de voluntad, no salís adelante»
Rubén
En los 80 dejó su Chilecito natal para venirse a Buenos Aires. Después de doce años trabajando en un restaurante, y ya como encargado, una acalorada discusión degeneró en un pico de presión ocular que se convirtió en ceguera por mala praxis de los que tenían que haberlo curado. Fue entonces cuando se sumó a los talleres de la escuela Francisco Gatti. “Mi primer taller de orientación y movilidad. Fue como empezar un jardín de infantes”, cuenta.
Su gran desafío entonces era sentirse útil, sentir que podía. “Primero hice un taller de encuadernación, recuerdo que eran todos los libros cosidos a mano. Cuando hice mi primer libro no lo podía creer. Luego seguí con los talleres de madera y por último llegó el de textil”
Recibió un subsidio por medio de los talleres de inserción laboral que ofrece el Gobierno de la Ciudad. Con él, compró materiales y telares. Hoy trabaja desde casa, con su esposa, con su cuñada y con una compañera de la época de la escuela. Van entregando los pedidos sin prisa pero sin pausa. En su experiencia, el rubro textil es el que mayores réditos económicos da. “Empezamos con muy poco, con cuatro madejas de lana. Y acá estoy, feliz, tejiendo y haciendo. Si me la compran, me la compran, y si no, soy feliz igual porque veo el trabajo y me digo: ‘Mirá Rubén lo que podés hacer!’ Se puede tener de todo en la vida pero si no tenés fuerza de voluntad, no salís adelante”.
Rubén conoce su trabajo y optimiza los recursos. “Yo sé cuántos gramos lleva cada bufanda. Con lo que sobra de lana hago una bufanda loca, de todos los colores”. Tiene lo que todo emprendedor necesita: esfuerzo y esperanza: “Me pone contento poder ser útil para que la gente vea que, a pesar de haber perdido la visión, se puede seguir haciendo cosas”.