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Familias qom en la ciudad de Buenos Aires

RELATOS /  Pueblos Indígenas

Ana Vivaldi
Doctoranda en Antropología y ayudante docente en la Universidad de British Columbia (Canadá).

Lorenzo, quien ahora tiene 80 años, viajó a Buenos Aires por primera vez a mediados de 1950 y otra vez a mediados de 1960, momento en que se estableció de manera definitiva. Cuando lo conocí estaba viviendo en el barrio toba después de haber vivido en la Isla Maciel, en el Hotel de los Inmigrantes, Dock Sud, Ezpeleta y Fuerte Apache, siendo la mayoría de estos lugares reconocidos por él y por categorías dominantes como villas de emergencia o villas miseria. Lorenzo fue una de las personas que comenzó con el pedido de las tierras del barrio toba actual, en la zona norte del Gran Buenos Aires.

Las experiencias de viaje de Lorenzo comenzaron cuando él tenía alrededor de ocho años, a principios de la década del 40, después de que muriera su padre. Éste fue un líder político muy importante en la zona de Las Palmas (Chaco), ejerciendo influencia sobre varios grupos tobas del Chaco central. Tal como enfatiza Lorenzo, su padre tenía el rol triple de policía, jefe indígena y “mayordomo” -Mayordomo era un tipo de autoridad indígena dentro de la empresa del azúcar que manejaba una sección de la plantación y que tenía a su cargo a todos los trabajadores del sector. – en la plantación de caña de azúcarde Las Palmas. Cuando murió su padre, como sucede generalmente entre grupos tobas, la casa del fallecido fue abandonada y la familia nuclear se “desparramó” por diferentes pueblos. La madre de Lorenzo permaneció en la región, viviendo entre parientes y mandó a Lorenzo a vivir con su tío que trabajaba en otra sección de la plantación. A partir de ese momento, Lorenzo afirma explícitamente que pasó a ser “huérfano”, que se quedó solo sin una orientación en su vida, sin apoyo familiar y sin casa propia. Este estado de orfandad forjó el resto de su vida, inclusive como adulto. Él explica que ser huérfano acentuó su movilidad a partir de la muerte de su padre y que es por eso que “andaba por ahí sin guía”.

De niño comenzó a trabajar con su tío en las plantaciones de Las Palmas ocupándose de los bueyes con los que se preparaba la tierra y ganó dinero aunque solo lo suficiente para comprar ropa de trabajo. Cuando tenía aproximadamente once años se sintió solo, extrañaba a su madre y tomó entonces el tren como polizón para volver a su casa en el Chaco. Encontró que la casa de su infancia y todos los campos lindantes habían sido abandonados. Al día siguiente tomó el tren de regreso a la casa de su tío y continuó trabajando con él sin esperanzas de regresar a su hogar o de volver a ver a su madre.

Cuando tenía trece años, su madre lo buscó y le ofreció vivir con ella y su nueva pareja. Si bien aceptó, Lorenzo no se sintió cómodo porque la nueva pareja de su madre era violenta y Lorenzo discutió con ella repetidas veces para proteger a su madre. A los quince años, regresó a la casa de su tío y reinició su trabajo en la plantación. Para ese entonces, comenzó a aprender el trabajo de su tío: manejar los bueyes para la carpida en las plantaciones de azúcar.

A los dieciocho años tuvo una hija con su primera esposa pero el bebé murió de una afección pulmonar. Sus suegros no habían querido llevar al bebé al hospital de la capital provincial como él había propuesto y por esto discutió con ellos y se separó de su esposa. Después aceptó la oferta de la Iglesia Evangélica Unida para hacer estudios Bíblicos en la ciudad de Resistencia, viajó en ómnibus con un grupo de jóvenes a la capital de la provincia chaqueña y se quedó en la casa de un conocido de la iglesia que quedaba a las afueras de la ciudad, dado que por aquel entonces no existía aún el barrio toba de Resistencia. Sus amigos insistieron en que trabajara en un fábrica en lugar de tomar clases con el pastor (en su relato insinúa que fueron celos ante su facilidad para entender e interpretar la Biblia) y fue por ello que decidió trabajar en una fábrica de pastas. Al poco tiempo se decepcionó por estar perdiéndose las enseñanzas del pastor y regresó a la casa de su tío.

Rápidamente consiguió empleo en el ingenio Las Palmas y trabajó allí por varios años. En una ocasión, un hombre toba que trabajaba por temporadas en Las Palmas, le contó sobre Buenos Aires y sobre su estadía allí. Luego de insistirle a Lorenzo que fuera a trabajar a Buenos Aires, al partir le entregó su dirección en la ciudad. Lorenzo continuó trabajando en el ingenio pero, después de un tiempo, comenzó a padecer de un dolor en el pecho. Entonces, le pidió a la empresa azucarera que le pagara su tratamiento pero el médico de la empresa se negó. La próxima temporada pidió trabajo en la plantación pero el mayordomo no lo contrató. Sin embargo, él sabía que había trabajo y que le estaban negando el trabajo a él específicamente. Esto lo afectó profundamente. Se sintió traicionado por la empresa después de tantos años de trabajo arduo por parte de él y de su familia. Lorenzo explica que más adelante entendió que había sido explotado cuando aprendió el significado de esta palabra y comprendió que eso sucedía en la plantación. Sin embargo, fue el hecho de que le negaran trabajo después de haber puesto tanta energía en la empresa lo que lo enojó y frustró.

Ésta fue la situación que desencadenó su primer viaje a Buenos Aires, a mediados de la década del 50. Con esto no quiero subrayar solamente lo negativo de su experiencia sino también las acciones que desencadenaron y que lo situaron a Lorenzo en una posición en la que nuevas asociaciones le dieron posibilidades de ir a otro lugar con más trabajo, donde consultar a otros especialistas de salud y cambiar así su dependencia y vulnerabilidad con respecto a la labor en el ingenio. Decidió contactar al hombre que había conocido años atrás. También conoció a personas del sindicato del ingenio que le sugirieron viajar y denunciar a la empresa por no compensar una afección relacionada con el trabajo. El sindicato lo ayudó a armar una carpeta con su historia clínica y a planear el viaje. Consiguió un pasaje de tren y se fue a Buenos Aires. Lorenzo recuerda que estaba muy entusiasmado durante el largo viaje que duró dos días. Con los otros pasajeros conversaba y compartía el entusiasmo por llegar a la ciudad, entusiasmo que terminó cuando llegaron.

Cuando el tren paró en la estación Retiro, el tamaño de los edificios, la cantidad de gente y la velocidad con la que se movían lo abrumaron. Se sintió demasiado perdido como para seguir las indicaciones que le habían dado y encontrar un colectivo. Se tomó entonces un taxi y le indicó al taxista la dirección que el hombre le había dado. El auto atravesó el centro de la ciudad y se acercó a una zona cerca del puerto. Cuando el taxi finalmente paró, recuerda que “el lugar era una villa [miseria]”. La dirección que el hombre toba le había dado quedaba en la Isla Maciel. Su conocido vivía en uno de los barrios obreros más antiguos del Gran Buenos Aires que Lorenzo reconoció rápidamente como una villa. Permaneció ahí y después de unos días hubo un incendio en el que su anfitrión perdió sus bienes y Lorenzo la carpeta con sus documentos médicos. A raíz del incendio fue reubicado en el Hotel de los Inmigrantes, donde lo acomodaron en el pabellón de hombres solteros. Recuerda que fue positivo conocer a personas de todo el mundo pero que fue separado de la familia que lo hospedaba y esto lo hizo sentir incómodo.

Los hombres del pabellón le recomendaron conseguir el permiso para trabajar en el puerto. Lo consiguió con la ayuda de otros hombres y comenzó a trabajar allá. A los dos meses pidieron a los hombres solteros reubicados que dejasen el hotel. Fue así que tuvo que buscar un lugar y encontró un cuarto en el barrio Dock Sud. Poco tiempo después se cansó de vivir allí solo y volvió al Chaco. Permaneció en el Chaco por unos años hasta que decidió regresar a Buenos Aires y volver a trabajar en el puerto. Esta vez empezó a trabajar de manera constante. Al poco tiempo compró una casa en la villa de Dock Sud y se quedó definitivamente. Vivió en Dock Sud con su segunda pareja que vino del Chaco a buscarlo. Se separó de ella al mismo tiempo que triunfó su reclamo por mejores viviendas en la villa. El gobierno ofreció a las familias partícipes del reclamo reubicarse en viviendas nuevas pero temporarias en Ezpeleta, en el Gran Buenos Aires, hasta que pudieran adjudicarles casas definitivas. Lorenzo dejó su casa de Dock Sud a su ex mujer y se mudó. En Ezpeleta conoció a su tercera pareja, una joven toba que se alojó en su casa junto a su familia. Durante los años en Ezpeleta trajo a su madre y a su padrastro a vivir con ellos. Se mudó a Fuerte Apache en los años 70 cuando las viviendas allí estuvieron listas y les ofrecieron reubicarse en departamentos “más modernos”. Por último, se mudó al barrio toba del Gran Buenos Aires cuando éste se creó y la vida en la villa se tornó cada vez más violenta.

Como es posible apreciar en su trayectoria, la migración a Buenos Aires no consistió en un solo viaje de traslado. Esto le sucede a la mayoría de las personas que fueron a y vinieron de Buenos Aires y que vivieron en varios lugares (en el caso de Lorenzo varias localidades en Las Palmas y Resistencia) antes de instalarse en Buenos Aires. Su caso no constituye una excepción. De hecho, es común a las experiencias de diversas familias que los hombres hicieran varios viajes solos y que luego trajeran a su familia del Chaco o que formaran una familia en la ciudad y se quedaran. Esta situación más estable en el barrio tampoco implica quietud. Aun aquellas personas que ahora son dueñas de su casa y parcela en el barrio y que han vivido ahí por varios años, explican que esperan retornar al Chaco después de que sus hijos crezcan y se asienten.

La historia de Lorenzo muestra que una de las razones principales para moverse está ligada a la búsqueda de mejores oportunidades económicas: trabajar con su tío en el ingenio o volver a trabajar en el puerto, por ejemplo. Sin embargo, hay un aspecto que modula la decisión de ponerse en movimiento y buscar otro lugar. En varios momentos de su vida cuando se sintió solo o infeliz con las relaciones en un lugar se mudó a un nuevo sitio para volver a comenzar. Éstos son algunos de los elementos que me permiten sostener que su movilidad se desencadenó en numerosas oportunidades por transformaciones afectivas. Es de utilidad pensar en la modulación afectiva del movimiento para dar cuenta que la variación en las capacidades de actuar de Lorenzo lo conducen a emprender una búsqueda de nuevas relaciones en un nuevo lugar.

Lorenzo describe sus viajes sin un destino claro como estrechamente ligados a la muerte de su padre. Esta muerte no sólo es una pérdida personal y una reconfiguración de las relaciones familiares, sino que es una pérdida que reduce las capacidades de acción de Lorenzo. De un niño muy bien cuidado por su padre, Lorenzo pasa a ser un huérfano sin hogar, sin apoyo familiar y alguien que no recibe “consejos” —siendo una de las principales modalidades de enseñanza y aprendizaje entre los toba (Messineo 2003). En su narración, él enfatiza que la muerte de su padre le enseñó “qué es sufrir de verdad” y cómo es ser dejado “completamente solo, sin nadie que me ayude”. Desde ese momento, se convierte en un trabajador de las plantaciones de azúcar y comienza a vagar (movido por esa soledad). De este modo, busca a su madre, toma distancia de ella después de los conflictos con su padrastro, se aleja de las tensiones producidas por la muerte de su primera hija y la relación rota con su primera mujer. Enfatiza su falta de orientación en la vida, orientación que no es solo metafórica sino que genera sus trayectorias espaciales (por ejemplo, su viaje a Resistencia para estudiar la Biblia que termina en una actividad que no deseaba). Incluso ya en Buenos Aires se muda de Dock Sud a Ezpeleta para alejarse de su segunda pareja y para explorar nuevos lugares que le permitan su reclamo político. Su llegada a Buenos Aires no sólo es el resultado de limitaciones económicas y de la experiencia de explotación laboral —problemas constantes durante su vida. Desde esta posición de vulnerabilidad Lorenzo también es capaz de asociarse con personas, lugares y actuar contra las limitaciones que vive en cada momento. Asimismo, sin colocarse en un lugar central, Lorenzo reconoce haber sido motor de varias reivindicaciones, como lo fue la reivindicación por mejores viviendas y por no ser desalojados de Dock Sud por las autoridades de la ciudad durante la dictadura. Lorenzo se describe como huérfano pero en su relato de vida deja ver la fuerza de su acción en cada momento, el modo en que se opone, escapa y busca alternativas a las situaciones sociales que lo limitan. Lorenzo no solo “escapa” al mudarse de situaciones que le quitan posibilidades, sino que interviene políticamente de forma constante a lo largo de su vida. Al viajar a Buenos Aires despliega una serie de relaciones latentes hasta ese momento y las ensambla con miras a aumentar sus capacidades. Por un lado, hay una fuerte negación, es decir, una decisión a no quedarse soportando el rechazo y la traición de los empleadores en el ingenio. Por otro lado, conecta la invitación de su conocido a ir a Buenos Aires con la ayuda del gremio.

Lo que lo moviliza afectiva y espacialmente es el sentido de injusticia que siente cuando en el ingenio le niegan el tratamiento médico y el empleo. La acción política de ir a Buenos Aires, entre otras razones, para demandar al ingenio azucarero también es explicada como una reacción a la “traición” de sus empleadores. En este sentido, él no organiza su narración alrededor de su victimización o heroísmo, sino que explica su movimiento como resultado de su relación con el ingenio y del modo en que es profundamente afectado por la desvinculación de sus empleadores. Su viaje es, al mismo tiempo, afectivo y político o, más precisamente, la política de los movimientos se entiende mejor como variación afectiva.

En suma, la trayectoria de Lorenzo permite pensar cómo los movimientos entre lugares no responden mecánicamente a políticas espaciales (que concentran intercambios económicos y trabajo en las ciudades) ni puras estrategias racionales de los actores para luchar contra su subordinación (donde se puede trazar una equivalencia entre mayor consciencia de la explotación y migración). Ellos tampoco son el resultado exclusivo de condiciones de explotación económica y exclusión del mercado laboral. Al pensar que el afecto media en estas situaciones no me estoy refiriendo solamente a los efectos específicos generados por las condiciones de vida, sino a la intensidad con la que se producen las transformaciones y las aperturas que generan nuevos encuentros. Es decir, si cada momento de crisis económica en las agroindustrias del Chaco crearon situaciones adversas para los toba, solo algunas situaciones desencadenaron y permitieron la movilidad de las familias a Buenos Aires. Una perspectiva afectiva del movimiento permite pensar que la intensidad con la que nuevas situaciones afectan a una persona o grupo de personas es lo que los pone en movimiento. El movimiento en sí mismo genera luego nuevas variaciones en las capacidades de actuar, al situar a la persona en un nuevo contexto y permitir el formar parte de nuevos grupos.

 

Texto seleccionado del libro: Gran Chaco. Ontologías, poder, afectividad. – De Tola, Medrano y Cardin. Ed. Rumbo Sur