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El afecto, la comida y los clanes en los Ayoreo – Alfonso Otaegui

RELATOS /  Pueblos Indígenas

Afecto, comida y clanes en los Ayoreo

Alfonso Otaegui

Los ayoreo son un grupo tradicionalmente cazador recolector del Chaco boreal. Junto con los ishir-tomaraho y los ishir-ybytoso (estos dos también denominados en conjunto chamacoco) conforman la familia lingüística Zamuco. Actualmente su población es de alrededor de 5000 individuos, asentados la mitad de ellos en Bolivia y la otra mitad en Paraguay. Hoy en día hay aún algunas familias de ayoreo que permanecen en el monte voluntariamente, sin contacto con la sociedad nacional, a pesar de que su territorio está cada vez más cercado por la deforestación y la formación de estancias. 

RELATOS /  Pueblos Indígenas

El afecto, la comida y los clanes en los Ayoreo

Alfonso Otaegui

Doctorando en Antropología por la EHESS y la UBA.

Los ayoreo son un grupo tradicionalmente cazador recolector del Chaco boreal. Junto con los ishir-tomaraho y los ishir-ybytoso (estos dos también denominados en conjunto chamacoco) conforman la familia lingüística Zamuco. Actualmente su población es de alrededor de 5000 individuos, asentados la mitad de ellos en Bolivia y la otra mitad en Paraguay. Hoy en día hay aún algunas familias de ayoreo que permanecen en el monte voluntariamente, sin contacto con la sociedad nacional, a pesar de que su territorio está cada vez más cercado por la deforestación y la formación de estancias. Diversas ong de Paraguay (Iniciativa Amotocodie, unap, gat, opit) y Bolivia (apcob) y del ámbito internacional (Survival International) están librando una intensa lucha por la autonomía de tales grupos y la restitución de sus tierras.

Los ayoreo aparecen en la escena antropológica en la mitad del siglo XX, circunstancia que colaboró con que se les atribuyera un aislamiento de siglos. Por ello es necesario referirnos a la obra de la etnohistoriadora francesa Isabelle Combès (2009), quien analiza cinco siglos de documentos con gran minuciosidad. Gracias a su detallada búsqueda de fuentes y prudente análisis de los datos, Combès nos permite descartar mitos académicos de aislamiento “secular, cuando no milenario”. La autora nos muestra que los zamucos han tenido ya en el siglo XVI contactos frecuentes con otros grupos de la periferia y que las misiones jesuíticas tuvieron efectos mayores en la historia de los grupos zamucos. El espacio de las misiones reorganizó el paisaje etnográfico del Chaco boreal: se formaron alianzas entre grupos y se profundizaron ciertas enemistades. Se conformaron entonces dos grandes bloques zamucos: uno proto-ayoreo que recibió mayor influencia de las misiones y otro proto-chamacoco que se mantuvo al margen, hacia el este.

Fue en el espacio de las misiones donde comenzaron a percibirse como unidad étnica: “Es en el crisol de las misiones, mediante convivencia y matrimonios, mediante comparación también con los idiomas y costumbres diferentes de los grupos chiquitos, otuquis y otros, que esta consciencia pudo empezar a surgir y a florecer. Consciencia de una ‘nación’ ayorea o ishir, tal vez todavía no, pero sí de una ‘nación zamuca’ […]”.

Otros autores (Perasso 1987; Lussagnet 1961, 1962; Susnik 1961, 1978; Bernand- Muñoz 1977; Fischermann 1988; Bartolomé 2000) han dado cuenta de los primeros contactos, pero es justo señalar que la obra de Combès ocupa un lugar aparte. Es la primera que se consagra enteramente al análisis del devenir de los grupos zamucos en toda su profundidad temporal. Al presentarnos toda la complejidad de grupos, alianzas y enfrentamientos, Combès (2009) nos obliga a pensarlos con dinamismo a la vez que restituye a los zamucos su propia historicidad.

Luego de la expulsión de los jesuitas tiene lugar lo que Combès —junto a otros historiadores— llama “el largo siglo XIX” desde 1768 a 1932, en cuyas fuentes se suman aún más gentilicios para los grupos zamucos. Hacia fines de esta época comienza a sentirse en el área la creciente tensión entre Bolivia y Paraguay por la apropiación de un gran territorio: el Chaco Boreal.

Hacia comienzos del siglo XX tiene lugar entonces un evento histórico mayor en el área: la Guerra del Chaco (1932-1935). La presencia indígena en ese conflicto armado ha sido dejada de lado —prácticamente invisibilizada— tanto en el relato histórico como en el ámbito antropológico. La Guerra del Chaco afectó notablemente a los grupos que allí habitan por más que la participación indígena haya sido sistemáticamente negada.

Esa negación ha sido funcional a los intereses de ocupación del territorio nativo al hacer desaparecer “la dimensión colonizadora de esta guerra” (Richard 2008: 9). Ciertamente la guerra afectó el territorio de los ayoreo. Aunque las batallas principales no se libraran en él, la presencia de las tropas en puntos de abastecimiento de agua y la generación de vías de comunicación a través del monte indujo cambios en su movilidad (Bremen 2008:344) y, según una hipótesis de Combès, fue en el contexto de ese conflicto —aunque un año antes— en que surgió la palabra ayoreo derivada del apellido del general Ayoroa (Combès 2009: 125).

Esos cambios en el territorio —consecuencias de la Guerra del Chaco— sumados a otros factores como la presencia a partir de la década del 50 de prospecciones de petróleo hacia la zona del Cerro León, el establecimiento de colonias menonitas en el sur desde la década del 20, los enfrentamientos entre los grupos del norte y los del sur, impulsaron decididamente la salida del monte de varios grupos ayoreo en el plazo de veinte años.

En Bolivia el primer contacto pacífico se produce alrededor de 1950, cuando los misioneros de la New Tribes Mission (en adelante ntm) fundan la misión de Tobité. En Paraguay hay dos ejes de misionalización. Por un lado, los salesianos hacen salir del monte a un grupo local ayoreo de garaigosode en 1962 y fundan al año siguiente la Misión María Auxiliadora sobre el río Paraguay, en una zona que no formaba parte de su territorio tradicional. Por otro lado, en la zona de Boquerón, los misioneros de la ntm lograrán en 1966 reunir a los ayoreo del grupo local guidaigosode en las cercanías del Cerro León. Después de algunas mudanzas, se asentarían definitivamente en 1979 en Campo Loro, a 50 kilómetros al norte de Filadelfia. Como señalan Bartolomé (2000) y Fischermann (1988),los ayoreo sufrieron un a drástica disminución demográfica al salir del monte: carecían de defensas para algunas enfermedades de los blancos —particularmente gripe y sarampión.

Con el transcurrir de la vida en las misiones han ido experimentando una sedentarización progresiva. Sin embargo, ello no ha hecho desaparecer completamente la movilidad. Como lo señala adecuadamente Fischermann (1988: 23)180, la movilidad permanece en la práctica de las familias que se mudan de una comunidad a otra. Esto también sirve como estrategia de resolución de conflictos. Si la persona que se va con su familia tiene la capacidad de gestión necesaria, puede fundar una nueva comunidad.

Hoy en día la ocupación económica principal de los ayoreo es el trabajo en estancias. Allí suelen trasladarse con sus familias por períodos de semanas o meses. En algunos casos el asentamiento en las estancias es ya permanente durante todo el año. Una fuente de ingresos que durante buena parte de nuestro trabajo de campo les permitió ganar dinero mientras que permanecían en la comunidad, ha sido la producción de carbón vegetal. Ellos talaban su propio monte y vendían el producto a la cooperativa de los menonitas, quienes les habían enseñado esta práctica.

Los ayoreo de Jesudi —comunidad donde hemos realizado la mayor parte de nuestro trabajo de campo— han recibido evangelización de los salesianos cuando vivían en la misión María Auxiliadora. Actualmente hay una iglesia en Jesudi donde ocasionalmente algún joven “habla las palabras de Dupade” (Dios). Debido en parte a la misionalización (particularmente agresiva de parte de los misioneros de la ntm) ya no hay más chamanes (o los que lo eran declaran ya no serlo). Si bien hay trabajos sobre el chamanismo y las fórmulas de cura ayorea (Lind 1974; Sebag 1965a, 1965b), la interacción entre chamanismo, biomedicina y la creencia en Dupade permanece inexplorada (con la parcial excepción de Renshaw 2006).

 

Texto seleccionado del libro: Gran Chaco. Ontologías, poder, afectividad. – De Tola, Medrano y Cardin. Ed. Rumbo Sur